*
Y tu pecho explotó sobre mi rostro
como paloma herida, acurrucada
en la cornisa, frágil, sin bandada
ni nido donde guarecerse al ostro*.
Entonces escuché tu voz dorada
como un arrullo tibio, dulce y manso
como un río que espera, en un remanso,
la dicha de llegar a su morada.
Y ¡Vaya si llegó! Mi ser, abierto
a recibir las aguas del amor,
cerrose sobre ti como estüario
de coral, esplendente ante el incierto
final de esta derrota que a babor
nos lleva; mar adentro sin horario.
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M. Á. M.
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* sur.