*
A la memoria de los pájaros sombríos mi voz se aferra
como a clavo, que ardiente, todo lo consume tras de sí
quizás rogando -oh dios desconocido- una redención anticipada,
erigida en torno a las plumas mas negras del cosmos conocido
para que puedan cubrir de una maldita vez
la exánime luz de nuestros grises días
por esa interminable cuenta pendiente
que nos queda por cobrar con el apolillado ataúd que sostiene el
viento entre las manos,
de caricias nefastas y constantes sobre nuestra carne,
cada vez más marchita,
luego putrefacta;
y llamen al propósito final de toda esta devastación:
Desaparecer bajo la sombra del olvido que acecha tras la esquina
en un alba cuajada de silencios escarlatas
y así acaso rompan iracundas
las atroces cadenas celestes que nos dieron forma (humana, quién lo diría...)
para liberar, acto seguido, esas otras galaxias infinitas que fluyen por adentro
como ríos de sangre y fuego en el crepúsculo del alma
y se desgajan lentamente, haciendo del último momento
concepto diferente, absurdamente eterno,
perfectamente blanco y armonioso,
sin más dolor y al compás de esa música inaudita
que, por todo lo que fuimos, somos y seremos,
aún nos late en el costado
y que, aún con todo ello a cuestas,
no deja de sonar y resonar
en acordes imposibles de entender
mientras el sueño continúe
o nosotros despertemos a la vida
, que yace todavía,
en el sordo tremor de la tormenta.
*
M. Á. M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario