*
Encaramado a ti como a una roca,
como si el tiempo mismo hubiera muerto
y, muerto ya, cruzare aquel desierto
arena sobre arena, hasta la boca
del sueño en un oasis que convoca
al fuego, a la palmera, al dátil yerto
y al último navío de ese puerto
que arría su velamen cuando toca.
Divisarán tus ojos la morada
de los años que harán, a su momento,
epílogo de mí, sin más preámbulo.
Para dar nuestros restos a la nada
y todo lo demás, el sentimiento,
quizás a un porvenir en sí sonámbulo.
*
M. Á. M.
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