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Eras edad y luz, y sangre y barro,
y fuego sobre el blanco de los ojos;
trinchera y firmamento de despojos
e historia que termina en un desgarro
de silencios espesos; de guijarro
y tormenta que doblan sus hinojos
al otoño, al revés, a los serojos
y al agua en tu derrame, roto el jarro.
Inútil como acento circunflejo
de luna que, marmóreo, sucumba
apenas sin llegar de tilde a viejo.
Y, ahora, ni el gusano ni los huesos
sostienen el recuerdo de los besos
que diEras, corazón, hasta la tumba.
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M. Á. M.
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