domingo, 25 de octubre de 2015

A la deriva




















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Quisiera ver la vida, de hecho a veces la alcanzo a vivir
como ese barco siempre a la deriva
mientras busca una ruta que le sea próxima
antes de que el feroz embate lo sucumba
y que no se sabe a que puerto arribará
ni siquiera si lo hará,
si será de noche,
si será de día,
si será en un sueño
o en una pesadilla
o solamente si será
siquiera,
quiera o no quiera,
como todo habrá de ser
pero que, aún con todo,
continúa hacia adelante
atravesando la constancia amarga de las olas
en esa soledad imaginaria
en que naufraga cada día,
cada noche, cada estrella errante
que del cielo de los nombres se despeña
para nacer por otra vez otra mañana
en forma de planeta,
como luz finita de silencio
ya a priori conocido
ya de por sí irracional
en los difusos contornos a que llega la memoria,
océano vasto que pierde poco a poco
por el desagüe de la edad
hacia el olvido,
hacia la muerte de la muerte
que carga sobre sí
una santabárbara
de pólvora mojada
mientras se hunde
más
y más
bajo la negra nada
de la que todo procede
cuando ya no sopla aliento alguno,
ni poniente ni levante,
sobre el blanco de unas velas
que, misteriosamente, permanecen izadas
para seguir este trayecto entre la bruma
y así quizás probar el tacto despejado de la arena por su quilla
y el aroma a sal de la bahía,
saboreando su victoria
como si de otra derrota se tratara.



*

M. Á. M.

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