martes, 17 de marzo de 2015

El eco que nos rige (flujo de conciencia)


















Del eco que nos rige de la caricia oscura y temblorosa de la sangre de la noche que callada refleja su rostro angelical en cada esquina nace sin querer una palabra silenciosa una voz en llamas que nos habla un amor en lágrimas oblicuas que todo dicen sin acaso pronunciarse tan solo resbalando en la quietud de un rostro amanecido en un quizás pretérito de ilusiones y metáforas salinas que defenestran el olvido y que aún detrás de los ojos aventan implacable la miserable cicatriz abierta de esta ausencia donde tan extraño  resulta el encontrarse ante los afilados añicos del espejo del vacío donde el vuelco de las horas es un búho macilento y gris que en su vuelo fantasmal apaga toda luz y nos consume mientras ahonda con su pico y sus garras las entrañas y es que el amor es así de impredecible animal irracional única e intransferible amalgama de pinturas abstractas proyectadas sobre el lienzo amarillento del alma que bajo la sombra del recuerdo así doliente se desgaja por un instante de la fina lluvia que cala y atraviesa el poderoso músculo que llama con insistencia pertinaz a la vida para hacernos trascender en él y que tan pronto como asoma su latido nos arrastra tras de sí  ladera abajo aun sin habernos conocido ante el frescor que respiramos convirtiendo nuestra carne en algo nuevo y nunca escrito en ese clarear de la mañana donde el azul se sonroja súbito y flamea fulgurante ante el álveo de las cosas y los pájaros entonan su piar agradecido al sernos otorgada otra esperanza dejemos de soñar despertemos ya de la pesadilla vivamos hagamos cada día una nueva poesía encendida palpitante carnal definitiva sellémosla para siempre con un beso interminable una lanza de cristal una saliva de magia en el costado qué me dices aún estamos a tiempo acerca ya tus labios a estos versos que te aman antes de que el contable haga balance y pase cada suma y cada resta al libro mayor donde todo queda inscrito sabes que después solo nos quedará la eternidad para lamentar el no haber sabido amar y sufrir lo suficiente ahora es el momento de dejar que el viento y el agua nos regresen a aquello que fuimos una vez a aquello que siempre debimos ser pues para ello nacimos brotes tiernos que el sol convirtió en rastrojo de experiencias y desgracias ven y trágame hasta el fondo oh dulce noche fría vísteme con el ropaje del amor sella con tu mano estos huesos anhelantes de calor que te buscan insolentes hazme tuyo y seremos por fin un fin unidos para siempre. 




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M. Á. M. 







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