jueves, 11 de diciembre de 2014

El descenso XXII















XXII






            Amado mío, a veces los acontecimientos nos sobrepasan,  y no podemos sino afrontarlos tal y como vengan pues así es como la vida nos define y pone a prueba; y también nos sirve de experiencia para que la paciencia surja como surgen y se manifiestan los verdaderos amigos y no aquellos que solo lo son por conveniencia. 

             Recibí tu carta hace tres meses en la sede del PSOE. Fui allí acompañada de Ernesto García, estaban tratando del resultado de la jornada y haciendo preparativos para que la revolución no se detenga sino que siga adelante y con más fuerza si cabe, acordaron una reunión con los dirigentes de la Confederación para llevar a cabo una huelga general indefinida. Al finalizar, Largo Caballero se acercó y mirándome a los ojos extendió su mano y me hizo entrega de la misma:

            —Es para ti, Inés —me dijo—, Chema la ha enviado por medio de los militantes ya que sabemos que  Romanones tiene informadores en todas las oficinas que retienen y abren el correo.

            —Sí, sé que es así —respondí— Conozco esos métodos demasiado bien. Con un abrazó suyo salí de allí;  una extraña sensación, mezcla de vacío y ansiedad, me persiguió hasta llegar a nuestro piso de Atocha. Abrí y leí y volví a leer y seguí y seguí leyendo una y otra vez hasta que se hizo de noche, una noche cerrada sobre mí y sobre la ciudad. Desperté sintiendo más lacerante que nunca tu ausencia, así que (quiera Dios que todo cambie) comencé a escribirte mas las palabras no querían salir y el dolor se acumulaba mientras todos los acontecimientos comenzaban a desbordarme y a ponerme en una situación de indefensión como jamás había conocido, así que armándome de valor lo dejé estar hasta hoy, en que no he podido resistir más tanto sentimiento y con el corazón en la mano, como siempre lo he hecho y haré, mi amor, te escribo, te pienso, te siento… ¡Te Amo!. Todo lo que sigue a continuación son las consecuencias últimas de lo sucedido aquel día.

            Don Manuel ha sido sustituido;  el presidente nombrado en su lugar por el Rey es Eduardo Dato, y dicen las malas lenguas que es aún peor que don Álvaro, y que no tiene el menor escrúpulo en hacer uso de la fuerza para sofocar los ánimos pues  ayer mismo suspendió las garantías constitucionales y aprobó la legalización de  las juntas militares. Iluso Alfonso... ¿Acaso no se da cuenta de que no  puedes apagar el fuego si se lo encargas a un pirómano, aunque vaya vestido de bombero?

            Nuestro hijo ha comenzado a trabajar ayudando con el papeleo del bufete, se le ve muy ilusionado pero ya le he dicho que se aplique en terminar derecho si quiere aspirar a más; García Prieto es un buen hombre y amigo fiel aunque nuestros pensamientos sean diferentes, puedo estar segura de que no le faltarán oportunidades bajo su tutela.

            Poco podré añadir o ayudar desde aquí a partir de ahora, ya que el congreso no es sino un títere de lo que se decida en los cuarteles y en la corte no tenemos nada que hacer por lo que tú ya sabes… Tiempos oscuros nos aguardan José María, llevas razón, pero también es ahora cuando te necesito íntegro y decidido como siempre has sido, olvida del todo esa melancolía que tanto te ha afectado por mi ausencia; pensemos y actuemos con cautela pues de las decisiones que tomemos dependerá no solo nuestro futuro, también el de aquellos que nos importan.

            ¿De modo que te has decidido a ascender con Pedrín a esa montaña?, resulta extraño lo que te voy a decir, pero el otro día soñé con ello. Llegaste a la base con las primeras luces del día y comenzabas a escalar a buen ritmo hasta que se levantó el aquilón arrastrando con él un frente de lluvia que convertía en penosa la ascensión; decidiste detenerte y hacer noche en un saliente y así te vi, dormido, tranquilo mientras el barro y la lluvia resbalaban por tus cabellos de azabache. Un relámpago te hizo despertar y, lejano, el trueno pronunció tu nombre. Tu rostro empezó a deshacerse jirón tras jirón de piel hasta quedar solo los músculos, de las cuencas de los ojos surgían miles de gusanos y hormigas de la boca, el rayo cayó de nuevo sobre ti, atravesando tu carne y caíste y yo caía contigo al abismo hasta que llegando al fondo los dos nos hicimos pedazos y nuestros cuerpos ensangrentados siguieron rodando ladera abajo. Los lobos devoraron lo que quedaba dejando solo los huesos, perdidos en la espesura del bosque, olvidados de todo y de todos. Entonces desperté con un grito, seguía aquí, en Madrid; solo había sido una pesadilla.

            Quiero que me prometas que no irás allí, amor mío; tengo un mal presentimiento sobre esa ascensión. Te llegará esta por los mismos medios que a mí llegó la tuya y espero sea pronto.

             Aún recuerdo el verso que sigue al tuyo en el libro que ambos escribimos alternándonos…



De la luz y la sombra
del mar de plata
es tu voz caracola
bajo las aguas.


De la espuma dormida
sobre la arena
astro y playa lucían
en luna llena.


De la roca la llama,
furioso rayo,
fugaz atravesaba
su centro, un canto.


Vacilante la bruma
cabe la brisa
abrazándose jura
amor y vida.


Cuando sopla levante
siente mi ser
la fragancia que arde
bajo la piel.


El fugaz parpadeo
el tiempo ignoto
de sabernos eternos
tras de los ojos.


Porque nada se puede
si no son dos
corazones que mecen
sangre de amor.






      Esperando impaciente tu respuesta, tu amada Inés en Madrid, a 13 de junio de 1917




















No hay comentarios:

Publicar un comentario