martes, 2 de diciembre de 2014

El descenso XVI









XVI






Aquella tarde, y los siguientes días hasta Reyes, los dedicamos a pasear por las cuestas de la milenaria ciudad; de noche bajábamos a la cafetería a jugar a la escoba con Alicia o bien subía ella hasta el piso y, fuera como fuera, siempre terminábamos hablando de Luisa, y con un agridulce sabor en el recuerdo de lo que ya jamás volvería a ser.
La última noche llegó con una gran caja envuelta en papel de regalo
—Es para Luisa, le hará ilusión volver a tenerlo —me dijo con un tono de ternura que me conmovió.
Rosa se fue a la cama temprano, demasiado pronto para lo que acostumbraba; supuse que estaría cansada y le dí las buenas noches mientras yo me quedaba un rato viendo la televisión, o intentando verla; aquellas antenas telescópicas hacían de la transmisión una lluvia de interferencias; no tardé mucho más en ir también a dormir, o a intentarlo al menos.


        Hecho está y ya no hay vuelta atrás, entregada a ti me tienes Señor, apiádate de tu sierva y dale la paz que ansía y de ti proviene, no caiga en más tentación y vea por mí misma las grandezas a que somos llamados nosotros, pobres corazones, en busca de esperanza, hágase tu voluntad en mí y en todos los que te amamos e intercede por Alex, dale la paciencia y la templanza que necesita para cuidar de madre, aún contemplo el día que me rescató del hospicio, era un ángel venido del cielo para llevarme con él y ofrecerme la vida, mi vida, esa vida que hoy te pertenece por entero, Padre mío, Padre nuestro, Dios de todo lo creado y de todo lo que ha de llegar, llevaba ella entonces el pelo recogido en una coleta y nosotras, en mandilón, dispuestas en fila india, Clarita ay Clarita qué solete que era mi amiga, con sus mejillas sonrosadas y esos ricitos graciosos, y yo tan blanca que creía no se iban a fijar en mí pese a que les sacaba a todas un palmo, y la madre Adela con su mal carácter, haciéndonos comer y llorar hasta odiar la comida que nos daban, estaba a su lado, sacándonos a todas los defectos pero entonces Luisa vino a mí y me tocó el hombro, qué caliente estaba su mano y qué coche tan grande cuando salimos de allí, yo con mi maletita y vestida como una colegiala, y cómo sonaba aquel motor rummm rummmm rummmm, me encantaba cuando el chófer pisaba el acelerador, y la llegada a la villa que me parecía un palacio de cuento de hadas y yo esperaba a mi príncipe azul allí adentro, pero no soloera eso, fuiste Tú, siempre Tú, Señor, pronto me di cuenta de tu llamada y entonces comprendí por qué me quedaba rezando en la capilla hasta caer o ver el alba cuando todos los demás dormían, y entonces llegó esa atracción esa cruz de carne y hueso ,fuego y sangre que aún no logro quitarme y a Ti te imploro por ella, ayúdame a soportarla Señor, sé que nunca dejaré de amar a Alex pero quiero y es mi destino, lo sé, servirte fielmente a ti hasta el día de mi muerte, en que tú me acogerás y me darás la nueva vida, tu vida, Dios mío, Señor mío, Jesús...



Qué será ese regalo de Alicia, qué será de Luisa, qué será de mí y de Rosa, por qué no puede quedarse Julián, qué asuntos tan importantes serán esos que le llevan a Londres para llevarse también a sus hijos, y esas cartas, por lo que he leído nada me dicen del trono del diablo, lo menciona en la segunda pero nada más, tendré que ponerme a leer hasta el final la historia de José María para entender, no sé, no sé, no sé, pero el frío y la soledad se ciernen, lo huelo, lo masco, lo siento bajo la piel, algo me lo está diciendo en esta noche, huérfana como yo sin ti mi amor, mañana será el día de mi muerte, después solo será vagar por el valle y desaparecer entre las sombras, camino de la nada y del silencio, y esa montaña que nadie holló qué raro que nadie haya regresado, qué extraño se va a hacer todo ahora, que maldito destino es el que nos ha tocado en suerte, cómo afrontar el hecho de que mamá estará para siempre inválida, cómo le afectará a su ánimo y al mío y al de todos, me siento incapaz de afrontarlo ahora, solo, solo. tan solo que se me encoge el corazón de pensarlo, qué mal hicimos al nacer para que la vida nos golpee de esta forma inmisericorde, dónde quedan ya los días de alegría, parecen tan, tan, tan lejanos que se me pierden como el sueño, que no quiere llegar porque nunca ha existido, quizás como yo, quizás como todo, el tiempo se nos echa encima y antes de que te quieras dar cuenta cruza inadvertido a nuestros ojos para no poder verlo si no es echando la vista atrás, enrojecidos los ojos, por todas las oportunidades que con él se fueron, por no tomar la decisión correcta, eso es la vida un constante decidir y lamentar y pasar y seguir y llorar y reír y morir, como a veces tanto lo deseo para no soportar la carga que se me echa sobre los hombros, soy débil para estas cosas, ahora lo sé, como sé que tengo que ponerme una nueva meta, una esperanza una luz que me despierte las ganas de luchar, de seguir hacia adelante mirando al frente y poder decir después que aquello que me propuse con mis manos lo logré, pero ha de ser poco a poco, paso a paso, empecemos por lo más importante, mi madre y las reformas para que esté a gusto en su hogar y su nueva situación, luego veremos cuál es el siguiente paso, mmmmm esa corriente de aire que viene de la ventana me está dejando entumecido, habrá que arroparse bien y que pase esta noche tan oscura, tan callada como la nieve cuando cae, seguro que ahora está cayendo allá en Ilán, quién la quitará ahora que no estamos ninguno allí, Andrea no sería capaz cuando nieva siempre nieva con ganas, tendré que dejarlo estar, seguro que Julián ya ha dejado todo eso listo, como siempre, como todo menos yo tonto de mí ,que no consigo ni dormir ni pensar con tino lo que hacer por el dolor en que me sumo, duerme maldito, duerme maldito, duerme maldito de ti...



            Rosa me vino a despertar a las ocho; abiertos mis ojos y tras estirar los brazos le di los buenos días.
            —Buenos días Alex; yo ya me he preparado, no dormí mucho anoche pero creo que así estaré más alerta ante lo que me espera.
            —Y que nos espera a todos —respondí—. Vienen días complicados, estoy seguro.
            —Por eso es bueno descansar, Alex, pero solo lo justo para poder echarse el mundo encima si se nos brinda la ocasión.
            —Te veo muy risueña y optimista.
            —Mejor que así sea, ¿Verdad?
            —Amén, hermanita, amén.

            Salimos del hostal de Alicia a las nueve y media pasadas después de que nos regalara unas cajas de hojaldres y mantecadas y nos despidiera tal y como nos recibió, con sendos besos en las mejillas y una sonrisa de oreja a oreja, sin dejar de mirar y agitar la mano a medida que nos alejábamos, calle abajo. Quien tiene, como ella, un espíritu alegre y abierto jamás dejará de ser así por muchos males que llegue a padecer.
            Aparcamos frente al monasterio, el muro de piedra nos recibía gris y sombrío coronado por una blanca y destellante capa de escarcha. Rosa bajó su maleta del coche y con un beso en la mejilla se despidió de mí.
            —Cuida de Luisa —me dijo—, ahora te necesita más que nunca, Alex.
            —Lo sé, pero ¿quién cuidará de mí?
            —Rezo por ti, Alex, que el Señor te acompañe en todo momento como te acompañará siempre mi amor.
            —Adiós Rosa, me despedí con las lágrimas queriendo inútilmente asomar. Ella me dijo adiós y después de un último beso traspasó el arco de medio punto perdiéndose de mi vista y perdiéndome entre la soledad de la yerma planicie maragata y esa desolación de su ausencia que no dejaría de atormentarme desde entonces.

















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