lunes, 24 de noviembre de 2014

El descenso III

























III





Aquella noche fue incapaz de conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas sobre la cama mientras, fugaz en su cabeza, una lluvia de pensamientos, recuerdos y sensaciones diferentes iba atravesando hasta el último rincón de su espíritu.




 Cómo podré decírselo sin hacernos daño ha sido siempre tan atento conmigo y esos labios esos labios ardientes y carnosos y esas manos y sus brazos fuertes y protectores que abrigan tanto que tan bien y tantas veces han descrito cada curva de mi cuerpo como nunca nadie logró como aquella ocasión que mencionó esta tarde en el prado de padre bajo la sombra del álamo aún recuerdo su rostro jadeante y enrojecido su cuerpo adolescente agitándose sobre mí y la sangre que hervía por mis adentros a medida que nos hacíamos y deshacíamos nuestra infancia el uno en el otro por qué lo habrá traído a la memoria ya no puedo ocultarlo por más tiempo no se lo merece lo amo y lo deseo y me sigue excitando cada poro de su piel cada gota de sudor salino caliente apasionado y ese tono tan suave, meloso, tan trémulo de su voz cuando se dirige a mí con esa timidez tan suya Ah sé que lo nuestro es imposible mi corazón me lo dice y sin embargo por qué por qué esta resistencia febril a abandonarlo para siempre he cumplido siempre con lo que de mí se espera y en esto no puedo fallar así que tendrá que quedar todo hecho de mañana y por siempre para que no siga doliendo dejarlo ya y partir en pos de esa luz que todo puede ofrecerme sin esperar más que el servicio y la entrega en cuerpo y alma cuerpo y alma cuerpo y alma tengo claro lo que hacer lo sé mi corazón así lo dice sé que es mi deber y en el fondo muy en el fondo así lo siento pero por qué por qué me cuesta tanto con él por qué se me hace tan duro este desprendimiento Ay Rosa mejor será que dejes de devanarte los sesos sientas una vez más, tal y como fue, es y será solo un recuerdo un dulce y apasionado recuerdo de nuestro amor que permanecerá así para siempre fresco e inmaculado sí eso será lo mejor



—Las ventanas estaban entreabiertas y la humedad de la noche se introducía en la habitación, mezclándose con su propia humedad y el dulce calor de las sábanas que se adivinaba en torno a su cuerpo desnudo. Con los ojos cerrados estiró el brazo, introdujo la mano entre sus piernas  delicadamente y se dejó llevar de la emoción y todo el deseo acumulado. De pronto un ligero gemido, casi un susurro, escapó de su boca mientras seguía recordando aquella primera vez.






—¡Alex...!


























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