III
Aquella
noche fue incapaz de conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas sobre la cama
mientras, fugaz en su cabeza, una lluvia de pensamientos, recuerdos y
sensaciones diferentes iba atravesando hasta el último rincón de su espíritu.
Cómo podré
decírselo sin hacernos daño ha sido siempre tan atento conmigo y esos labios esos
labios ardientes y carnosos y esas manos y sus brazos fuertes y protectores que
abrigan tanto que tan bien y tantas veces han descrito cada curva de mi cuerpo
como nunca nadie logró como aquella ocasión que mencionó esta tarde en el prado
de padre bajo la sombra del álamo aún recuerdo su rostro jadeante y enrojecido
su cuerpo adolescente agitándose sobre mí y la sangre que hervía por mis
adentros a medida que nos hacíamos y deshacíamos nuestra infancia el uno en el
otro por qué lo habrá traído a la memoria ya no puedo ocultarlo por más tiempo
no se lo merece lo amo y lo deseo y me sigue excitando cada poro de su piel
cada gota de sudor salino caliente apasionado y ese tono tan suave, meloso, tan
trémulo de su voz cuando se dirige a mí con esa timidez tan suya Ah sé que lo
nuestro es imposible mi corazón me lo dice y sin embargo por qué por qué esta
resistencia febril a abandonarlo para siempre he cumplido siempre con lo que de
mí se espera y en esto no puedo fallar así que tendrá que quedar todo hecho de
mañana y por siempre para que no siga doliendo dejarlo ya y partir en pos de
esa luz que todo puede ofrecerme sin esperar más que el servicio y la entrega
en cuerpo y alma cuerpo y alma cuerpo y alma tengo claro lo que hacer lo sé mi
corazón así lo dice sé que es mi deber y en el fondo muy en el fondo así lo
siento pero por qué por qué me cuesta tanto con él por qué se me hace tan duro
este desprendimiento Ay Rosa mejor será que dejes de devanarte los sesos
sientas una vez más, tal y como fue, es y será solo un recuerdo un dulce y
apasionado recuerdo de nuestro amor que permanecerá así para siempre fresco e
inmaculado sí eso será lo mejor
—Las ventanas estaban entreabiertas y la humedad de la
noche se introducía en la habitación, mezclándose con su propia humedad y el
dulce calor de las sábanas que se adivinaba en torno a su cuerpo desnudo. Con
los ojos cerrados estiró el brazo, introdujo la mano entre sus piernas delicadamente y se dejó llevar de la emoción
y todo el deseo acumulado. De pronto un ligero gemido, casi un susurro, escapó
de su boca mientras seguía recordando aquella primera vez.
—¡Alex...!
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