XIII
Madrid,
a 20 de Noviembre de 1916
“Mi adorado José María, te
amo y te deseo mucho más de lo que puedo soportar y aún con todo lo que me
supone estar aquí tan alejada de ti, bien lo soporto por este amor tan inmenso
que te tengo, pero tantos buenos recuerdos que me traes de entonces no hacen sino
hervir en mi sangre mezclada con el dolor de la distancia recorrida hasta
ahora. Esos momentos en que todo florecía a nuestro alrededor ya marchitos, ya
tan lejos, tan imposibles de volver a vivir no son hoy sino agujas bajo la piel
del tiempo que se clavan y avanzan constantes en el trágico reloj de toda esta ausencia
que me devora cada vez que me escribes así... Háblame de ti, de lo que haces
ahora, de lo que piensas o lo que quieras pero, por amor te lo pido, no traigas
esos dulces instantes de juventud e inocencia a mi memoria pues; puede que sea el
otoño, que nos trae un pedacito de nostalgia con cada hoja que cae sobre el
calendario de la vida, o que la gris monotonía de la que hablabas taciturno en
tu anterior misiva ha hecho presa en mí también, y me duele profundamente recordarnos
tal y como debimos seguir por siempre.
Ya que has mencionado al
marqués, debo informarte que no hace ni dos días estuvo aquí en casa, tomando
un café y de tertulia conmigo y Josito, le preocupó mucho nuestra situación con
don Álvaro y los negocios ruinosos que iniciamos allá; decía que el conde no
daba puntada sin hilo y bien sé, después de estos dos años de servidumbre, que
llevaba razón en cada palabra. Al final me ofreció su ayuda y tras explicarle
que apreciaba la sincera amistad que siempre nos había mostrado y agradecía su
buena intención no podía aceptarla estando como estoy a merced de ese
maniobrero pareció entender; pero es un hombre tan persuasivo que al final
accedí a que Josito se pusiera bajo su tutela para asegurar el futuro de
nuestra familia; de momento recibirá una mensualidad en concepto de manutención
y así pueda terminar los estudios; después se pondrá a trabajar en su bufete.
Sabes que volvería contigo
si pudiese e iría contigo a Astorga y al fin del mundo si en mi mano estuviera,
pero creo que hasta navidades me va a ser imposible salir de esta ciudad, ten
paciencia amor mío y espérame para entonces, ¿sí?
Tus versos me inspiran, me
alientan, me llenan, me hacen perder la razón y renacer de nuevo en ti para
caer acto seguido a un mar de sentimientos encontrados donde todo naufraga al
unísono, convirtiendo mi alma en torrente que se agita hasta desbordarme y
entonces tengo que salir, caminar por estas anchas calles con la mente perdida
en tus verbos que golpean mi sien a fuerza de corazón hasta hacerme enloquecer
de amor y sí, debo reconocer que en verdad es y ha sido para nosotros una
espada que cada vez profundiza más y más adentro.
Quisiera poder dar un paseo
contigo por aquí para que vieras la grandiosidad monumental que me rodea y el
bullicio que asoma a cada esquina quisiera tenerte conmigo, a mi lado, muy a mi
lado y amarte una vez en Madrid; con ello he estado soñando estos días…
Muy cerquita a la Gran
vía,
en la plaza del Callao,
un aroma de cacao
seductora, el alma mía,
se cierne en la simetría
de sus trémulas farolas.
Pues las noches, tan a solas,
atenazada entre escombros,
represan sobre mis
hombros
los bramidos de las olas.
Las mismas que nuestros
ojos
vista la arena en los
años,
decantados mil y un daños,
se quedaron en abrojos
de amor. Del trigo
rastrojos
calcinados por el sol,
donde al viento el ababol
deja caer su semilla
para que brote sencilla
y ardiente luz de crisol.
De una fragua de quimeras
que los fuelles de la
vida
diera aliento la
estampida
de mis manos que tuvieras
en las tuyas altaneras
y, palpando con pasión
cada curva en floración,
hollaras a todas horas
para hacer con mis
auroras
estigmas del corazón.
… y sigo soñando, deseando y anhelando tu amado y amante ser José María, tu amada esposa Inés Miranda de Zúñiga.
P.D.: Nunca olvides de
dónde vienes ni qué te guía pues entonces, ya perdido, no sabrás cómo volver.”
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