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Deja que cuente, amor, de la brizna de luna
que riela por tus ojos cuando extiendes las alas
y empiezas a volar sobre todos mis sueños.
Voluble lirio en flor y caricia de auroras,
cataratas fragantes de nardos, jazmines
que me ofreces en cáliz; ambrosías y néctar
derramándose tibios al candor de los cuerpos.
Déjame que te toque lo impalpable de ti;
esa verde floresta que encandila mi alma,
esa llama interior que socava el espacio
y el tiempo entre los dos hasta hacernos el uno
al otro sin medida, cuenta, duda ni riesgo
y, sabiéndonos ya, que la vida se espere
pues se nutre de nos. Y, llegado el momento,
abriremos los ríos de abril a las flores
para así disfrutar, palpitantes los pechos
de las noches serenas y este amor, que se mueve
en compás por el orbe al susurro del viento.
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MM
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