domingo, 23 de noviembre de 2014
El descenso I
El descenso
I
Alex se sentó sobre la cumbre a sentir el dulce aroma de la victoria, la satisfacción de haber llegado hasta allí era inmensa, pero no tanto como el silencio que se respiraba desde aquella esbelta chimenea, nunca antes hollada por el hombre. Cerró los ojos y se dejó llevar del viento que suave ondeaba el interminable mar de trigo que se perdía allá abajo, tan a lo lejos como un recuerdo de niñez en la curvada distancia de la vida. Había esperado ese momento tantas y tantas veces que verlo ahora, por fin realizado, fue entrar en un sueño del que no quería despertar. Desde el horizonte el astro comenzaba a entibiar un nuevo día donde él habría de nacer a un nuevo reto, pues si ascender fue su odisea y la roca amarillenta su Ítaca anhelada, el descenso que le esperaba desde allí no iba a ser menos peligroso.
Un águila cruzó rauda y majestuosa el gran vacío abierto bajo sus pies hasta posarse en una cornisa, cien metros más abajo; llevaba algo grande aferrado a sus afiladas garras, no alcanzaba a adivinar lo que era, al fin y al cabo hacía ya varios años que la vista había empezado a fallarle para darse cuenta de los detalles si no entornaba un buen rato los ojos, pero aún podía ver el lazo irisado del río rodeando el valle y las hileras de sauces que firmes lo custodiaban a cada orilla. El agua saltarina del cauce reverberaba la luz del sol mientras afanoso preparaba la primera de las cordadas; debía apresurarse pues pronto pudo divisar con claridad el yunque de tormenta que se avecinaba por el oeste. Comenzó firme y seguro su rápel, la arenisca parecía desmenuzarse en pedazos; a cada momento tenía que fijarse con cuidado dónde apoyar los pies y asegurar los clavos para continuar hacia abajo. No había llegado a los doscientos metros cuando el infierno se desató en la cima, Los rayos estallaban con furia y el rugido se hizo ensordecedor; la ladera escurría agua y barro en cataratas amarillentas y pronto se hizo claro que esa montaña no iba a poner nada de su parte. Sin previo aviso un derrubio enorme lanzó a Alex hasta un saliente, golpeándose la cabeza contra un peñasco que hizo de parapeto a su cuerpo inerte. Sin sentido quedó tumbado a escasos centímetros del abismo, rota la cuerda y a merced de los elementos, que parecían haber querido convertir su sueño en una pesadilla.
El descenso - (c) - Miguel Angel Miguélez Fernández
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