miércoles, 25 de febrero de 2015

Predicado de ti
























Predicado de ti





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Me recuerdas a un ángel, cuyas alas reposan
en el himen de un sueño de algodones y lágrimas
que se eleva dichoso por llegar a su hora
a la esfera celeste, donde el coro ya canta.




Me recuerda tu rostro los senderos andados
por el llano del río, bajo chopos y sauces.
Y el ardor de una ninfa en un beso al ocaso,
en la vana quietud de las aguas errantes.




Me recuerdan tus labios una brisa apacible
en mitad de una tarde, donde el trigo y su danza
acompasa una hilera de encendidos violines
que se cuela en un rizo por debajo del alma.




Me recuerdas, amor, que la vida es ahora
predicado de ti, y sujeto de todo,
en aquella oración pronunciada a la sombra
con que vimos la luz para ser lo que somos.



*






MM









Es ella...









Es ella…




*





La ciudad amanece y yo, con ella,
a un cúmulo de insomnio y soledad;
una triste fachada de cemento
sin pintura, tan gris como este ruido
salvaje de bocinas y motores
que opaca la certeza del silencio


debajo de la grava. Un silencio
lacerante que arrastra todo a ella:
Guijarros, hierros, danzas de motores
y arañas que a esta humana soledad
le tejen (donde yace muerto el ruido)
sin hilos poesías de cemento.


*


La ciudad es aullido de cemento
que nadie escuchará, pues el silencio
acecha en cada esquina y un rüido
constante y cotidiano busca en ella
espíritus que fluyan soledad
abstracta en una náusea de motores


que huyen marcha atrás... Necios motores
que albergan vanidades de cemento
y fraguan, en miseria y soledad,
la música violenta del silencio,
y escuchan gris su  luz, pues son de ella,
que se mueve furtiva, como un ruido


de nube en los cristales; como un ruido
que nadie quiere oír en sus motores:
Rutina, ruina, furia, caos... y ella,
camino del final sobre un cemento
de arterias, cementerio de silencio
y asfalto, nicho glauco en soledad.


*


La miro y solo veo soledad
vacía, y solo escucho un blando ruido,
un blues... una canción en que el silencio
demuestra una vez más que sus motores,
al tiempo que mastican el cemento,
olvidan el camino tras de ella.


*


Es ella, mi ciudad, mi soledad
azul en el cemento, junto al ruido
de Dios, en los motores del silencio...




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MM

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